martes, 4 de mayo de 2010

Un pueblo indio de selva tropical (I)

Jóvenes Chachis del Río Cayapas
(foto en: www.hoy.com.ec/libro6/placer/gpag17.gif)
En 1988, cuando trabajaba en la dirección de proyectos de una institución pública ecuatoriana, y a la vez revalidaba materias de mi carrera de Antropología en una universidad quiteña, se presentó la oportunidad de realizar un diagnóstico socio-económico de comunidades indígenas ubicadas en la zona norte de la provincia de Esmeraldas. La perspectiva era realizar una investigación socio-económica conducente a la implementación de un proyecto de apoyo al desarrollo social de esas comunidades. Todo esto tuvo su génesis en la gestión de un dirigente indígena Chachi que acudía ocasionalmente por la institución y se entrevistó varias veces conmigo.

Este fue mi primer trabajo de campo en una zona tropical selvática y, recuerdo, despertó muchas expectativas y a la vez ciertos temores. Empecé leyendo el libro “El Pueblo Chachi: el jeengume avanza”, escrito por la antropóloga Eulalia Carrasco, el cual me dio muchas luces sobre las condiciones de vida de este grupo étnico y su problemática. El resto fue planificar la investigación, acordar el viaje con un compañero de trabajo -ingeniero agrónomo de profesión-,  y los temas logísticos de rigor.

Salir de Quito y llegar al sitio en el cual nos esperarían dos muchachos indígenas con 2 caballos nos tomó un buen tiempo en bus y luego en lancha a través de un estuario del Río Muisne. San Francisco se llamaba el sitio desde donde partimos hacia una comunidad Chachi ubicada al sur occidente de la provincia de Esmeraldas, ascendiendo y descendiendo por pequeñas lomas, típicas de la zona montañosa en la costa y atravesando por cultivos y pantanos en los cuales era preferible caminar, aunque sea con el lodo hasta las rodillas, que estar sobre el lomo de un potro recién domado que se resbalaba y hundía hasta el cuello en el lodazal…

En el estuario del Río Muisne
Esta parte del viaje, la más dura, cansada, y a ratos “estresante”, se inició aproximadamente a las 3:00 de la tarde y se prolongó hasta las 7:00 de la noche, cuando ya a oscuras llegué muy cerca de la comunidad San Salvador a la finca en la cual se encontraba la cabaña de un profesor  indígena de la zona. Mario García, mi compañero de viaje, quien tuvo la suerte de disponer de un caballo mejor dotado que el mío se había adelantado y consiguió llegar a la comunidad entrada la noche.
 
No se me olvida que durante ese recorrido tuvimos como guías dos niños indígenas que prácticamente no hablaban nada de español, que llevé una grabadora nueva –a cassete- que se estrenó en el lodo y que  en dos ocasiones di con mi cuerpo en el suelo… Pero estos avatares del oficio sólo le ponen “condimento” a una profesión que te lleva a viviencias para no olvidar!

Esta historia continuará…
Próxima entrega: En la comunidad india de San Salvador (II)

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